HISTORIAS HÚNGARAS
Aparecidos en la niebla de la Historia. Capítulo II
Cuando uno llega a Hungría, unas de las primeras palabras
que, estoy seguro, la mayoría de la gente aprende, casi sin proponérselo, es la
palabra bor (vino). Curiosamente, esta palabra húngara, sin equivalencia
en otras lenguas europeas (cosa que no resulta demasiado extraña de por sí)
proviene de una lengua túrquica, lo que quizás, no resulte demasiado evidente
si se compara con su traducción en turco hoy en día. (sarap)
Aunque aparentemente, puede parecer un enigma fácil de resolver ya que, cómo sabemos, los turcos estuvieron en Hungría por cerca de 150 años, un lector algo más perspicaz podría señalar que este préstamo lingüístico resulta improbable teniendo en cuenta no solo que el alcohol está prohibido por el Corán, sino que, además estamos hablando de una bebida de uso común en toda Europa por milenios. Y lo cierto es que no andaría desencaminado, ya que las primeras conexiones entre húngaros y turcos vienen de mucho antes, teniendo que retrotraernos hasta los primeros “nebulosos” momentos de su historia, de la que hablaremos hoy.
¿De dónde vienen los húngaros?
Entender de dónde vienen los húngaros étnicamente es una
tarea tan complicada cómo, casi imposible. Imposible porque no existen casi
testimonios escritos de la “proto-Hungría”, situada en algún punto
indeterminado alrededor de los Urales, cómo imposible por el hecho de que la
nación húngara, debido a sus particularidades geográficas ha sido una de las
naciones con más grado de mezcla e interacción cultural en toda Europa,
recibiendo de forma casi ininterrumpida enormes oleadas migratorias a lo largo
de su historia, por muy paradójico que pueda resultar hoy en día.
Dicha integración empieza desde casi el comienzo mismo de su historia, en el que las “famosas” siete tribus húngaras llegan a Europa. No sabemos demasiado acerca del origen de estas tribus, pero lo que sí parece bastante claro para los historiadores hoy en día es que eran, en cierta medida, una amalgama de varias culturas (entre las que, por cierto, estaban los famosos alanos que llegarían a España en el siglo V) y curiosamente de las siete tribus, cinco de ellas tenían jefes con nombres de origen túrquico y sólo dos puramente magyar. Además de eso, en su largo viaje desde el frío de los Urales (que les llevó su tiempo, algo más de un siglo) fueron incorporando, de manera, más o menos espontánea y con un grado bastante alto de integración, elementos y gentes de otras culturas como los pechenegos, escitas o jázaros.
Una prueba del sustrato cultural túrquico de inicio (que en ocasiones se atribuye erróneamente a la ocupación de este país en los siglos XVI y XVII) se tiene en el aspecto cultural más evidente: la lengua. Aproximadamente, se calcula que existen unas doscientas palabras de origen túrquico de este primer periodo, entre las que se incluyen palabras de uso cotidiano para los amantes de la cerveza (entre los que me incluyo, con moderación) como búza (trigo, en turco bugday) o árpa (cebada, en turco arpa), por no mencionar otras de uso muy cotidiano, aunque con morfemas algo más alejados hoy en día como gyapjú (lana) ,sajt (queso) o eke (arado). Así pues, el sustrato túrquico en el lenguaje húngaro está ampliamente documentado.
¿Magiares y turcos, pueblos “hermanos”?
A pesar de toda la retórica anti musulmana, Hungría ha sido
siempre uno de los mayores partidarios de la entrada de Turquía en la Unión
Europea y Orbán se ha referido a este país como un “modelo” a seguir en más de
un discurso dentro de su particular camino hacia la “democracia iliberal”,
llegando a afirmar en 2019 que “cada
húngaro debería mostrar respeto ante un socio estratégico como Turquía, y si un
húngaro fracasa en esa tarea, mi deber como primer ministro es pedir
disculpas”.
No sólo eso, sino que, además, Hungría actualmente forma parte como miembro observador del Consejo de Países Túrquicos, donde están representados países tan lejos de su supuesta esfera de influencia cómo Azerbaiyán o Kazajstán. Está amistad, no sólo se cultiva retóricamente. Como ejemplo, en base a esta pertenencia al “club de países túrquicos” el país centroeuropeo ha sido uno de los mayores donantes de material sanitario durante la crisis del coronavirus para con sus socios “turcos” como Uzbekistán o Kazakstán en base a esos supuestos lazos de afinidad cultural.
Pudiera parecer que este ámbito geográfico queda bastante fuera del área natural de Hungría y pareciera más un pequeño esfuerzo para ganar reconocimiento dentro de los delirios de grandeza que, en ocasiones tiende a exponer el líder magiar en el panorama internacional, no sin cierto tacto y savoir faire, todo hay que decirlo. Sin embargo, también es posible, cómo acabamos de ver, que la base histórica de acciones como las que se comentan sea más sólida de lo que pudiera parecer de inicio.
Conclusiones. Una historia de ida y vuelta.
La cuestión acerca de la importancia étnica de este sustrato
túrquico está lógicamente abierta a debate, y lógicamente posee unas
connotaciones bastante relacionadas con el pasado más reciente de Hungría que
resulta difícil de obviar. ¿Son los nombres simplemente una muestra de la
influencia cultural túrquica en el área de origen de los húngaros, o implica
“lazos de sangre” más intensos? Evidentemente, y, a pesar de los enormes
avances en la arqueología, lingüística, e incluso genética, resulta una
pregunta casi imposible de resolver, aunque la mayoría de las teorías se
inclinan más por la primera opción, sin descartar completamente la segunda. De
todas formas, resulta también bastante claro y evidente que, independientemente
de su origen, los lazos que pudiera haber en un inicio se fueron deshaciendo
progresivamente a comienzos de la E. Media para rencontrarse, no de la manera
más amistosa, unos 1.000 años más tarde… pero esa, ya es otra historia.
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FUENTES:
Molnár, M.
(2001). A Concise History of Hungary (Cambridge Concise
Histories) (A. Magyar, Trans.). Cambridge: Cambridge University Press.
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