¿No es país para extranjeros? La Bula de Oro (2ª parte).
Introducción.
Una imagen vale más que mil palabras. Y una de las imágenes
que se quedó en la retina de millones de europeos sobre Hungría es la de una
reportera propinando patadas a un padre con un niño en brazos, que corría en la
zona de frontera. Esta imagen salió en todas las televisiones europeas y, con
justicia o sin ella, contribuyó a crear una imagen de país no precisamente muy
acogedor para los extranjeros. De hecho, cuando digo a mis conocidos que vivo
en Hungría, una de las primeras reacciones, bastante común, es la de
preguntarme si he visto o vivido algún tipo de ataque racista ya que, sobre todo con
la crisis de refugiados a Hungría se le colgó el sambenito, con razón o sin
ella, de país racista y autoritario.
Imágenes de Petra Laszló propinando patadas a niños inmigrantes que dieron la vuelta al mundo, creando una imagen no muy positiva de Hungría.
Tengo que decir que, personalmente nunca he sufrido ningún
ataque ni acción discriminatoria seria en mi contra, aunque sí puedo contar
algunas anécdotas que me generan más hilaridad que otra cosa como cuando un
revisor de trenes tenía serias sospechas de mi posible pertenencia siria, o más
recientemente (aclaro que antes de la “crisis del coronavirus”), cuando “logré”
movilizar a varios coches policía por
creer el alcalde de un “falu” (poblamiento disperso en húngaro) perdido que mis
actividades de senderismo en un grupo que hablaba una lengua extraña (inglés)
eran, cuando menos, sospechosas. Más allá de estas anécdotas (que quizás en
algún momento, contaré con un poco más de detalle en un artículo tratando sobre
el tema), en líneas generales no he tenido problemas, aunque si me ha dado la
impresión de una cierta desconfianza de los húngaros hacia los extranjeros,
mayor que en otras partes de Europa.
Entender de donde viene esa desconfianza es difícil, y qué
duda cabe, que resulta imposible establecer una relación causa/efecto
simplista, pero como buen historiador hoy vamos a buscar alguna solución en el
pasado, remontándonos a un tiempo tan remoto como la Edad Media.
La Bula de Oro y los extranjeros.
En el anterior capítulo vimos como afectó la Bula de Oro de
1222 a las divisiones sociales en la Hungría medieval (puedes leerlo AQUÍ), y
hoy, tal y como había prometido, nos ocuparemos de otro tema quizás algo más
interesante, recogido en la Bula, como es el de las relaciones del reino de
Hungría con los extranjeros. Recordemos,
para aquellos que no han leído el capítulo anterior, que la Bula de Oro es uno
de los documentos jurídicos más importantes de la historia húngara, estando
vigente desde el siglo XIII hasta el XIX.
Pues bien, ¿qué dice la Bula en relación a los extranjeros?
La primera medida más importante es la que garantiza la unidad del país ante
una invasión extranjera. Si bien, en los propios artículos de la Bula se deja
claro que los nobles no tienen la obligación de prestar sus tropas
gratuitamente al rey si este lo desea, solo establece una excepción y es la
invasión desde el extranjero. En este caso, los nobles están obligados a
prestar sus tropas al rey sin condiciones. Además, se prohíbe las propiedades
de los extranjeros en Hungría y expresamente aclara que no pueden ser recibidos
por un noble sin la aprobación real.
En primer lugar hay que aclarar que esta ley, como cualquier
otra, es simplemente un marco legal, y admite interpretaciones y modificaciones
con el paso del tiempo, pero es interesante por cuanto marca unas pautas de
comportamiento respecto a las relaciones dentro del reino entre propios y
foráneos, poniendo en práctica unas medidas relativamente restrictivas para el
contexto de la época, ya que contrariamente a lo que mucha gente piensa, las
fronteras estaban mucho más abiertas en buena parte de la Edad Media que, por
ejemplo, en los siglos XVI o XVII.
No obstante, medidas así pueden parecer lógicas si tenemos
en cuenta la posición geográfica de Hungría como punto de entrada de invasiones.
Sin embargo, si comparamos esta situación con otro punto caliente como es la
península Ibérica (donde además se sitúa el “agravante” de diferentes
religiones), observamos que la situación es muy diferente. Y es que, en esta
zona, durante la Edad Media no es raro observar alianzas interconfesionales
entre cristianos y musulmanes, con un grado de cooperación donde, si bien es
cierto que suele pesar el factor religioso, no es del todo extraña la
cooperación.
Esta cooperación comienza desde el principio ya que no hay
que olvidar que los musulmanes entran en el 711 “invitados” por una facción de
nobles visigodos y se mantendrá tanto por un lado como en el otro, pudiéndonos
encontrar casos de alianzas dobles (nobles cristianos y musulmanes en un lado
contra nobles cristianos y musulmanes en el otro). Incluso, una de las mayores
campañas de pillaje realizadas por los musulmanes (la de Almanzor llegando hasta
Santiago de Compostela) cuenta con el apoyo de varios condes cristianos y es
posible encontrar un testimonio de primera mano acerca de estas “amistosas”
relaciones en la obra literaria medieval por excelencia: el Cantar del Mío Cíd,
donde el héroe habla en términos elogiosos de sus amigos musulmanes e incluso
los sirve (de igual manera que el Cid histórico). Por lo tanto, en la península
Ibérica la confesionalidad no supone un obstáculo insalvable para lograr unos
objetivos, ya sean políticos, militares o personales.
Jinete cristiano y musulmán abrazándose amigablemente en la península Ibérica.
Por lo tanto, en el caso húngaro, resulta algo curioso que
las restricciones no sólo tengan en cuenta la religión (algo medianamente
lógico en el contexto europeo de Cruzadas) sino también incluso la nacionalidad
extranjera. En ese sentido resulta algo llamativa ese sentido de preservación
cultural en un momento donde no existe aún nada parecido a una ideología
nacionalista cohesionada.
Conclusiones. “¿Un país excepcional?”
Es absurdo utilizar medidas y valores del presente para
juzgar el pasado, y en el fondo, el reino húngaro no va a ser ni mucho menos
impermeable a la influencia extranjera. De hecho, tal y como comentábamos en el
anterior artículo, recibirá enormes olas migratorias para repoblarse y sus
nobles, por razones geográficas obvias, formarán parte del juego de intrigas
europeo de una forma muchísimo más activa que los de la Península Ibérica.
El hacer un paralelismo con el presente quizás resulte
excesivo y algo fuera de lugar, pero no hay que olvidar que el pueblo húngaro
es, en su raíz un pueblo bárbaro que no adapta en absoluto su lengua y que
tarda más de un siglo en abandonar su religión pagana. Es muy difícil entrar en
la mente de una persona de aquella época, pero no sería descabellado afirmar
que en la Hungría medieval era más posible un “mayor sentido de excepcionalidad”
que en otros lugares de Europa. Sentido de excepcionalidad que quizás se
preserve hasta hoy en día.
Afirmaba Orbán en una entrevista con el filósofo francés
Henri-Levi lo siguiente: “Sabes, Hungría es una nación diferente. Somos la
única nación de Europa cuya lengua es absolutamente incomprensible para otro
extranjero”. Y en el fondo es cierto. No existe ningún otro país en Europa así
(mejor o peor un español se puede entender con portugueses, italianos o hasta
franceses y lo mismo es aplicable para un polaco y un croata, o un danés y un
noruego). Esto es innegable, como innegable es que la diferencia aporta una
riqueza enorme a un mundo globalizado.
Lo que no comparto de este “discurso de
la excepcionalidad” (que en el fondo, por muy “excepcional” que sea, se repite
con las mismas ideas en lugares muy diferentes) es la asunción de que para protegerse
es necesaria evitar el contacto con toda idea diferente ya que precisamente,
las sociedades más fuertes son aquellas capaces de adaptarse en un entorno cambiante,
aunque esto, tengo que reconocer, no es más que una opinión personal y parece
que la historia últimamente coge más fuerza por el lado “contrario”, pero ya se
sabe, por suerte, la vida (y la Historia) da muchas vueltas.... y por eso, en ocasiones, no está mal ir a contracorriente.
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para continuar el poder dar una pequeña inspiración a otros. Koszi.
FUENTES:
Molnár, M.
(2001). A Concise History of Hungary (Cambridge Concise Histories) (A. Magyar,
Trans.). Cambridge: Cambridge University Press.
https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2019/05/bernard-henri-levy-interviews-viktor-orban/589102/
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