Juego de Tronos en la Hungría medieval. Capítulo III: Campesinos, herejes y mercenarios.


JUEGO DE TRONOS EN LA HUNGRÍA MEDIEVAL
CAPÍTULO 3: Campesinos, herejes y mercenarios.

Si no has leído los capítulos anteriores, pincha en los enlaces:
Capítulo 1: La vida de J. Hunyadi
Capítulo 2: The Winter is coming.



Introducción.
En el anterior capítulo vimos como un temible ejército turco avanzaba hasta Hungría, concretamente hacia la Ciudad Blanca o Belgrado, poniendo en peligro no solo el reino, sino también la propia idea de Europa. Ante esto, los poderes europeos van a intentar ponerse de acuerdo para socorrer al reino, sin demasiado éxito inicial, aunque con la firme intención de parar a los turcos y reunir un ejército que pudiese hacerles frente. 

Hoy continuaremos la serie hablando de los preparativos de la gran batalla en la que veremos como Hunyadi organiza el ejército y la defensa de la ciudad, no sin una buena dosis de intrigas y complicadas discusiones palaciegas que forman parte de este “Juego de Tronos” auténticamente medieval. 

Organizando las defensas.
Belgrado era, con toda seguridad la ciudad más importante de los Balcanes (y una de las más grandes de Europa) con 40.000 habitantes y aunque estaba dirigida por un déspota local llamado Brankovic, dependía plenamente del reino de Hungría que ejercía un control con altibajos sobre el territorio.

Con la caída de Constantinopla, queda claro que el avance turco llegará más temprano que tarde y, por lo tanto, el reino húngaro decide empezar a organizar la protección de la ciudad. Como hemos visto, el rey, por lo pronto, decide irse a cazar y dejar el reino en manos de su segundo: Janos Hunyadi lo cual no contribuye a aumentar demasiado la moral de sus caballeros, pero si da tiempo y poderes a este para empezar a organizar la defensa.

Las necesidades más acuciantes de Hunyadi en los meses previos, como en cualquier guerra, son obvias: hombres y dinero. Para conseguir ambos, va a solicitar la ayuda al enviado de una de las pocas personas en la Europa del momento que es consciente de la importancia global del conflicto: el Papa. Quiso el destino que esta persona fuera curiosamente de nacionalidad española, ya que Juan Carvajal, que así se llamaba, era el “embajador” enviado por la Santa Sede a Hungría.

La conexión húngaro-española: Hunyadi & Carvajal
Carvajal entiende la gravedad del problema y rápidamente mueve hilos a través de dos vías para auxiliar al ejército húngaro. Por un lado convence a su superior, el Papa, de la necesidad de realizar una intensa campaña diplomática por las cancillerías europeas para pedir soldados y ayuda económica, poniendo especial énfasis en el Emperador (que, no hay que olvidarlo, era el siguiente en la lista si los turcos conseguían tomar Hungría), y por otro, va a poner en uso los servicios de un predicador italiano, Giovanni de Capestrano, con el objetivo de enardecer a las masas campesinas y hacer que estos se sumen a la última guerra santa.

El predicador va literalmente andando desde Italia, llamando a la Cruzada y con ello arrastrando a una muchedumbre caótica de campesinos y artesanos en su camino hacia Hungría, logrando la nada desdeñable cifra de 50.000 hombres que, siempre ayudan, pero, no hay que olvidarlo, carecen de la mínima instrucción militar.

Hay que recordar que la diferencia entre un caballero y un campesino es abismal ya no solo por sus conocimientos en el arte de la guerra, sino también por disponer de una mejor salud y armamento (las armas de un campesino eran fundamentalmente sus propios aperos de labranza). Eso no quiere decir que no supieran defenderse, pero haciendo una analogía un poco friki, los campesinos podían tener el mismo peligro que un aldeano atacando en el Age of Empires (molestan, pueden llegar a incordiar si hay muchos, pero resulta inverosímil ganar una partida sólo con ellos) y, no es casualidad que absolutamente todas las cruzadas “populares” acabaran en rotundo fracaso. 

Ejército húngaro. Descripción gráfica.


Para hacer la guerra se necesitan verdaderos soldados y estos podían obtenerse entre la clase noble. Hunyadi, en nombre del rey de Hungría (aunque sin su autorización), y apoyado por el Papa convoca a la Dieta del Sacro Imperio (una especie de Parlamento) para exponerles el problema y esta concluye que efectivamente, es necesaria una leva no solo en Hungría, sino en todo el Imperio. Se establecen medidas para reclutar a hombres, pero, por lo visto, todo se queda en la promesa ya que el rey de Hungría, lejos de ayudar, se opone a Hunyadi por una cuestión “de jerarquía” ya que considera que su segundo se ha extralimitado al darse poderes especiales en una situación de emergencia.

Los compromisarios de la Dieta se van a reunir para tratar de encontrar la fórmula adecuada, y viendo la manera de encontrar un compromiso, se convocarán varias reuniones en las que el Papa es el más firme partidario de Hunyadi. Mientras tanto, está bastante claro que los turcos no van a esperar a que la Dieta se ponga de acuerdo para armar un ejército y mientras siguen discutiendo, avanzan en los preparativos para la batalla acercándose a las puertas de Belgrado. El tiempo apremia y las tropas no llegan así que el general húngaro se ve obligado a tener que irse rápidamente hacia el Sur sin las tropas prometidas, pero dispuesto a presentar batalla.    

Janos Hunyadi. Versión anime.


Soluciones inesperadas

Consciente de que no va sobrado en recursos, pone una gran parte de su patrimonio para sufragar los gastos y además, ya que el rey parece más preocupado en matar ciervos y jabalíes que en acabar con los turcos , pasa a “confiscar” las riquezas del reino de Hungría (como es esperable, gesto no muy bien estimado por su rey) para contratar, como buenamente puede un ejército de mercenarios, ya que ni siquiera puede contar con la mayoría de caballeros húngaros, reacios a entrar en una batalla con pocos visos de victoria.

Así, arma un ejército compuesto por (no demasiados) nobles, los campesinos de Giovanni, y como, en tiempo de guerra se eligen los enemigos, pero no los amigos, el sorprendente, pero como veremos, importantísimo apoyo de unos antiguos enemigos que aceptan ayudar a Hunyadi como mercenarios a sueldo: los Taboritas. 

Pero ¿quiénes son estos Taboritas? Simplificándolo un poco, los Taboritas son una escisión de un grupo “proto-protestante” de Bohemia y Moravia (lo que hoy es Chequia) que rechazan la autoridad del Papa y creen en una interpretación alternativa de la Biblia a la dada por la ortodoxia católica. Esto, cómo es de imaginar, no les granjea demasiadas simpatías entre los poderes políticos, por lo que sufrirán persecución siendo su líder quemado en la hoguera en 1415, pero permaneciendo una gran parte de sus seguidores hasta el día de hoy.

Al estar perseguidos, por necesidad tendrán que hacer uso de la espada para poder defenderse, no precisamente a nivel argumentativo, de las acusaciones de herejía. Hunyadi, que también los había perseguido, aunque no especialmente con saña para los estándares de la época, no anda precisamente sobrado en efectivos militares, por lo que no solo los incorporará a su ejército, sino que adaptará algunas de sus curiosas tácticas de guerra.

Viendo el escudo taborita, se puede entender que daban todo tipo de "hostias" (y no solo sagradas)

Una táctica de otro tiempo
Por lo tanto, tenemos a un ejército muy heterogéneo compuesto por una masa de campesinos fanatizada, unos (demasiado pocos) nobles húngaros y un grupo de mercenarios que, para más inri, no comparten la fé de los campesinos dispuestos a morir por su credo. Pero, aunque la fé en ocasiones, pueda mover montañas, como dijo Herodoto (el padre de la Historia), para buscar las causas de las victorias y derrotas en las batallas resulta mucho más útil poner los ojos en la tierra y observar lo que pasa.  Y precisamente, observando y poniendo en uso las tácticas de los herejes taboritas, Hunyadi tendrá la oportunidad de tener fé en un triunfo que parecía, a priori, poco o nada probable.

Los taboritas no solo están acostumbrados a pelear en condiciones desfavorables ante un enemigo mucho más potente, haciendo uso de todos los medios a su disposición (campesinos si hace falta), sino que también se les atribuye el uso de los “proto-tanques” medievales. Sí, puede parecer surrealista, pero como táctica defensiva, ya en el siglo XV, van a hacer uso de una especie de vagón blindado con potencia de fuego movido por caballos, que, de hecho, les va a dar unos excelentes resultados en sus luchas religiosas, por mucho que sus oponentes católicos descalificasen su invención afirmando que su uso era una prueba de la “obra del demonio”.


"Proto - tanques" taboritas.














Del demonio o no, lo cierto es que es una máquina ideal para programar una defensa, y Hunyadi, desde luego, no le hará ascos a la hora de poder ser utilizada en una batalla que prometía no ser fácil.
Después de tan escaso botín en lo que a número de soldados profesionales se refiere y habiendo intentado todo lo posible para incrementar su fuerza con una campaña rápida de reclutamiento en el sur de Hungría, Hunyadi cuenta con una fuerza de poco más de 4.000 soldados profesionales y, eso sí, doscientos barcos (toda la flota húngara), que buscan hacer frente a los otomanos poniendo más esperanzas en la fe y la suerte que en su pobre poderío militar.

¿Una fuerza imparable?
Frente a ellos está el ejército otomano, compuesto por unos 60.000 hombres bien entrenados (los historiadores más modernos, de hecho, tienden a dar cifras más cercanas a los 100.000). Para entender la magnitud de un ejército de estas dimensiones hay que entender que, en las Cruzadas, la mayor expedición militar de Occidente fuera de sus fronteras en la Edad Media, la fuerza combinada cristiana logró movilizar, en el mejor de los casos, unos 20.000/30.000 caballeros ya que, en la época, la dificultad no estaba tanto en reunir el ejército (que también no era fácil) como en mantenerlo con víveres a lo largo de un viaje en terreno hostil.

Gran parte de este ejército además estaba compuesto por la unidad de élite turca: los jenízaros, que al igual que los Taboritas, merecen una mención especial. En este caso, por tener su origen en una institución muy particular del Imperio: el “tributo de sangre”.

El tributo de sangre era un impuesto especial que los turcos imponían a los pueblos cristianos sometidos, consistente en entregar, cada año, a un grupo de niños pre adolescentes con el fin de que fuesen entrenados militarmente desde su juventud para servir como cuerpo de élite. Carentes de vínculos familiares, y educados desde su más tierna infancia con una disciplina monástica en las artes de la guerra, debían obediencia ciega al Sultán, al que literalmente consideraban un padre.

Estamos hablando, por lo tanto, de un ejército profesional y bien dirigido por el sultán (Mehmet II) que acababa de conquistar una ciudad considerada inexpugnable (Constantinopla), debido, entre otras cosas, al uso de una nueva arma que parecía poner a prueba la paciencia que se le presuponía por defecto a los asedios: el cañón. Y es que además de sus hombres, el líder de la Sublime Puerta cuenta con unos 200 cañones y una flota considerada por muchos historiadores como la mejor del momento, capaz de remontar el Danubio hasta llegar a Belgrado (y, ya de paso, Budapest y Viena), su próximo objetivo en su camino hacia Europa.

Sabios otomanos, discutiendo como invadir Hungría por Zoom.


Antes de la batalla
Para complicar aún más las cosas, los turcos llegan a Belgrado antes que el general húngaro que, ahora sí, tiene que acelerar el paso con lo que tiene en un intento desesperado de proporcionar defensas adicionales para proteger como sea la “llave de Hungria”. 

La batalla que se viene no desmerece un guion de Hollywood, con giros de guion y hasta momentos épicos inesperados, pero de eso, hablaremos en el siguiente capítulo. No os lo perdáis.

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FUENTES:
https://es.wikipedia.org/wiki/Sitio_de_Belgrado
https://en.wikipedia.org/wiki/John_Hunyadi
https://elretohistorico.com/tanques-carros-combate-edad-media-da-vinci/
https://www.benning.army.mil/Armor/eARMOR/content/Historical/Montross.html



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