Juego de Tronos en la Hungría medieval. Capítulo IV: La Batalla por la Ciudad Blanca


JUEGO EN TRONOS EN LA HUNGRÍA MEDIEVAL. Capítulo 4. La Batalla por la Ciudad Blanca.


Si no has leído los capítulos anteriores, pincha en los enlaces:
Capítulo 1: La vida de J. Hunyadi
Capítulo 2: The Winter is coming.



Introducción. La fe que mueve montañas.

“Porque de cierto os digo que, si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible”
Mateo 17:20

Quinientas veces. Eso es lo que puede llegar a multiplicarse en tamaño la mostaza, desde su modesto inicio como semilla hasta que se convierte en una planta. Y es por eso que Jesús la escoge como ejemplo para ilustrar el poder de la fe y la importancia de esta para alcanzar objetivos que se creen inalcanzables.

Como veremos, siguiendo nuestra serie de hechos sobre la batalla de Belgrado, la fe (o confianza, seguridad, como queramos llamarlo) va a jugar un rol muy importante en el desenlace ya que, en la vida, como en la batalla, el creer firmemente en algo, ya sea tomar una muralla o conquistar el amor de una persona, es indispensable para lograr nuestro objetivo. En este caso, la máxima se cumplirá, aun con soldados de diferentes fes, pero bajo una misma bandera.  

En los anteriores capítulos vimos como Hunyadi reunía a sus tropas de manera que tan solo contaba con 4.000 hombres (y entre 30.000 y 50.000 campesinos) frente a un ejército profesional turco que los superaba en lo que a tropas regulares se refiere en una proporción, de como mínimo, diez a uno. 

Hoy veremos el desenlace, en un final donde no faltarán giros de guion, momentos épicos y situaciones comprometidas, e incluso trágicas, en este Juego de Tronos medieval que es la Hungría del siglo XV.

Rompiendo líneas
Ahora llega el momento definitivo, la batalla final por la ciudad Blanca y de primeras, para que la estrategia de Hunyadi tenga algún tipo de opción, se requiere una acción que no es ni mucho menos fácil: “Romper” el bloqueo turco sobre el Danubio y entrar en la ciudad con las tropas de refuerzo.

Puede parecer una acción algo ilógica para aquellos no muy puestos en estrategia militar (entre los que me incluyo) ¿Para qué meterte dentro de una ciudad sitiada? ¿No puede ser mejor atacar desde el exterior e intentar dispersar a los turcos desde la libertad que se supone fuera de las murallas?

Las razones para un movimiento así son de tipo práctico (entrando en la fortaleza se unen las tropas, creando una fuerza más compacta, necesaria en una situación de clara inferioridad numérica), pero también estratégico, ya que, si bien hablábamos de que los campesinos son bastante inútiles en el cuerpo a cuerpo, si pueden tener cierta utilidad dentro de un centro urbano o un castillo lanzando todo lo que tengan a mano, ya sean piedras o madera en llamas (igual que en el Age of Empires, cuanto aprendimos con este juego sin darnos cuenta…:) 

Curiosamente, por agua era el único punto en el que los magiares tenían una fuerza más o menos equilibrada, ya que contaban con unas 200 naves (cualquiera lo diría hoy en día), un número similar al de sus enemigos. Evidentemente la flota otomana era muy superior a la húngara, pero ese desequilibrio se igualaba al tener que pelear por río. No todos los barcos turcos pueden remontar el Danubio y, de hecho, serán las naves más pesadas las que no puedan acompañar a la expedición de una flota creada para luchar en aguas más profundas.
Sitio de Belgrado turco, con la flota turca rodeando la ciudad.

Aun así, la tarea inicial de Hunyadi no es fácil ni mucho menos, ya que incluye no solo atravesar las líneas enemigas, sino también efectuar un desembarco efectivo de tropas para el que cuentan con la ayuda de los habitantes de la ciudad, que abren el puerto interno de la ciudadela dando la bienvenida a un Hunyadi que no solo trae víveres y moral para los sitiados, sino que, además es capaz de destruir una de las líneas de bombardeo más importantes de los turcos, que hasta ese momento podían hacer ataques desde el río.

La primera ofensiva
Sin embargo, nos encontramos ante un ejército que acababa de conquistar Constantinopla hace tan solo tres años y, desde luego, no se va a parar ante un pequeño contratiempo, por más que este no estaba en sus planes iniciales. Así, con las tropas de refuerzo de Hunyadi ya dentro, el sultán va a ordenar la primera ofensiva sobre la ciudad balcánica en el ocaso del 21 de Julio, solo una semana después de que entrase el general con sus tropas compuestas fundamentalmente por campesinos y mercenarios.
Miniatura turca sobre el sitio de Belgrado. Podemos ver como a los turcos les gustaba "fardar" de sus cañones.

Aquí es donde entra en juego la estrategia. Consciente de que no puede soportar un ataque continuado en igualdad de condiciones, va a disponer una “pasarela” con madera y alquitrán inflamable y, una vez que los primeros jenízaros cruzan la primera línea de defensa, le prende fuego creando una barrera infranqueable de llamas entre los primeros jenízaros que entran en la ciudad y el resto del ejército. Los que están dentro, en una situación de desigualdad y con la retirada cortada sucumben ante los caballeros cristianos que logran masacrarlos, mientras que sus compañeros intentan auxiliarles, sufriendo aún más perdidas por lo complicado de la situación.

Aun así, los turcos se defienden y en uno de esos momentos, uno de sus soldados está a punto de colgar la bandera otomana en un bastión. En ese instante, un soldado húngaro (Tito Dogovic) le agarra y juntos caen por la muralla, muriendo ambos con la caída. Y no del todo en vano, ya que le futuro rey de Hungría (el hijo de Hunyadi) dará al hijo del soldado húngaro la condición de noble por tan heroico hecho.
El heroico acto de Titus Dagovic, en una pintura húngara del siglo XIX (evidentemente, la bandera húngara moderna es un anacronismo)

Actos heroicos aparte, está claro que los turcos fracasan en su primera ofensiva, pero aún con ello, siguen teniendo una ventaja numérica más que considerable y todas las de ganar. Sin embargo, al día siguiente, un hecho del todo inesperado, y fuera de toda lógica militar cambiará el curso de los acontecimientos.

La fe que mueve montañas… y destruye ejércitos.
Hunyadi es consciente de que la Ciudad Blanca es un lugar ideal para esperar a los turcos, y es que el sistema defensivo de Belgrado era, de lejos, el mejor de todo el reino de Hungría, considerado una de las obras maestras de la ingeniería medieval europea. Utilizando técnicas de los bizantinos, pero también de los árabes, poseía hasta tres líneas de defensa con fosos y cercas. No en vano, la ciudad se había “blindado” en el siglo XIV, esperando, más pronto que tarde, una invasión desde la turbulenta Anatolia y ahora, llegaba el momento de poner a prueba su teórica “defensa de hierro”.
Reconstrucción 3D de la fortaleza de Belgrado en el siglo XV

Por lo tanto, las órdenes del general son claras: resistir haciendo uso de tan excelente fortaleza, y no atacar a los turcos fuera de la seguridad de las murallas, mientras sea posible. Pero se ve que los campesinos no habían venido a una guerra santa para quedarse a ver esperando como los turcos llevaban la iniciativa. En una acción totalmente espontánea y saltándose la jerarquía militar impuesta tanto por Hunyadi como por su líder, el sacerdote y predicador italiano Giovanni de Capestrano, un grupo de ellos decide ponerse a hostigar “a lo suicida” a los jinetes turcos más próximos de las murallas.
Referencia friki solo comprensible para gallegoparlantes.

Cuando lo ve, Hunyadi los llama a retirarse dentro de las murallas, pero en vez de eso, más campesinos se unen a tan singular ataque. Ahí, el general húngaro ve que la situación se puede complicar innecesariamente con una matanza de civiles que seguían siendo necesarios, y decide sacar a 2.000 caballeros para “socorrer” a los campesinos.

En ese momento, ante la presencia de refuerzos cruzados, Giovanni, que en un principio sale para dar órdenes de retirada, se envalentona y pasa de exhortar a la retirada a animar a sus “soldados” a avanzar al épico grito de “El Dios que lo comenzó, se encargará de terminarlo”.
Capistrano lanzando a los húngaros al ataque, en un cuadro del siglo XIX.

Los turcos, que no entienden el movimiento y creen que se trata más de una maniobra de distracción que de un verdadero ataque, se ponen “a la expectativa”, más esperando acontecimientos que pensando en defenderse, pero ante la escalada de la situación y la llegada de las tropas de refuerzo se retiran dejando al descubierto sus posiciones de artillería, vitales para el bombardeo de la ciudad.

Animados por este éxito inicial y quizás, embriagados por su fe, los húngaros avanzan alegremente en medio de las filas enemigas hasta llegar a los aposentos del mismísimo sultán, que, a pesar de contar con una guardia personal de 5.000 jenízaros, es herido de cierta gravedad con una flecha cristiana y tiene que entrar directamente en combate.

La batalla explicada en meme

Después de esta inesperada incursión, Hunyadi ya logra poner orden y consigue organizar una retirada bajo los muros de la ciudad, pero mientras tanto, el sultán viaja hasta la ciudad más cercana para recuperarse de las heridas. Se dice que, después de recuperar la consciencia y viendo el campamento en desbandada quiere suicidarse (tan solo cuenta con 24 años), pero finalmente le convencen de que no lo haga.

No está muy claro si fue una decisión lógica desde un punto estrictamente militar, ya que los turcos seguían teniendo una clara ventaja numérica y técnica, pero debido al efecto psicológico de hallarse cerca de la muerte, decide emprender la retirada, dando por perdida la batalla y anotando esta victoria (la más importante de su historia para un pueblo mucho más acostumbrado a las derrotas) para el lado húngaro.

Un final de héroe.
La victoria de los húngaros, de todas maneras, no les saldrá gratis. Como todo héroe, y casi cumpliendo con el ideal de caballero que, una vez cumplida su misión, ve terminada su razón de ser, a Hunyadi le espera un triste final ya que muere tres semanas después de la victoria debido a un brote de peste aparecido en el campamento. Exactamente el mismo destino corre el “loco” padre Giovanni que posteriormente será santificado (y hungarizado) con el nombre de Szent János.

De igual forma, las noticias corren como la pólvora a Europa, y una de las personas que más se va a alegrar de la victoria, sin duda, será el Papa, que siempre había sido el más firme defensor de Hunyadi. Quizás viendo el destino final de su protegido y siendo consciente de la poca ayuda que al final había logrado proporcionar, durante el asedio ordena que en toda Europa se dé un repique especial de campanas a las doce de la mañana, para pedir a Dios por los sitiados.

Aunque en el momento, la medida tenía carácter temporal, la orden fue llegando con retraso a los distintos rincones y por eso, cuando llegó a algunos lugares, se convirtió en una conmemoración más que en una petición. Debió de gustar, ya que esta costumbre se conserva hasta hoy en día, e incluso se mantuvo en las iglesias protestantes, y hasta ortodoxas.

El nacimiento de una estirpe real
Y aquí, por ahora, termina la historia de Hunyadi, pero no la de su familia ya que esta, como veremos, dará tanto o más juego que la del propio general y es que su hijo menor será Matias, el Cuervo, creador del “Ejército Negro” y considerado por muchos el mejor rey de la historia de Hungría. En su libro de vida tampoco faltarán asesinatos, intrigas y hasta una aparición inesperada del conde Drácula que, como veremos, seguirá liándola pardísima por Transilvania (y no solo por el tema de los empalamientos).

Aunque este es el último episodio sobre la historia de Hunyadi, próximamente publicaré un nuevo artículo donde exploraré las implicaciones de su figura y la batalla que le dio fama desde una perspectiva “más histórica” y menos épica, y además, repararemos en la conexión de nuestro héroe húngaro con España que es, cuando menos, curiosa.

Ahí veremos que, no solo va a inspirar un libro clave de nuestras letras tardomedievales, sino que también hará su aparición, aunque de manera algo indirecta, en la obra cumbre de nuestras letras: el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, y es que, como dije en el primer capítulo de la serie, nuestro héroe, que combatió a los turcos, pero también al padre de Drácula, tuvo una vida verdaderamente de cuento.
Hasta pronto.

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FUENTES:
https://www.elimparcial.es/noticia/180317/opinion/cuando-europa-se-salvo-en-belgrado.html

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