Juego de Tronos en la Hungría medieval. Capítulo V: Consecuencias de la batalla y relaciones entre Hunyadi y España.


JUEGO DE TRONOS EN LA HUNGRÍA MEDIEVAL. Episodio V: Consecuencias de la batalla y relaciones entre Hunyadi y España.

Para entender este capítulo, es necesario haber leído los episodios anteriores. Puedes leerlos aquí:

Capítulo 1: La vida de J. Hunyadi
Capítulo 2: The Winter is coming.


Introduccion.
En este último episodio me gustaría “cerrar” esta mini-serie histórica sobre la vida de János Hunyadi indagando un poco más en la dimensión histórica, y algo menos en la épica (que no viene mal como material didáctico, pero que siempre tiende algo en la exageración), conectando además al personaje con la historia de España.

Así que voy a quitarme el traje de escritor épico medieval (estilo que ahora mismo está muy de moda) y ponerme el que me corresponde de historiador para comentar los aspectos desde una perspectiva más sosegada, aunque no por ello, espero, menos entretenida.

La cuestión de las fuentes
Lo primero que hay que destacar respecto a Hunyadi y su historia es que conocemos la trayectoria de su vida y de la batalla que le dará gloria por fuentes fundamentalmente húngaras y serbias, (aunque también otomanas) que tienden, como es lógico, a magnificar los sucesos de la contienda. 

Como con toda fuente histórica, más cuando vienen de la Edad Media, es necesaria cierta prudencia a la hora de examinar los hechos, pero tampoco se puede negar que su particular historia posee ciertos hechos incontestables y que no pueden ser puestos en duda.

En ese sentido, se puede decir que son un hecho tanto sus orígenes humildes, como su estancia en cautiverio o hasta su lucha contra el padre de Drácula, como lo es, el que los húngaros ganasen la batalla de Belgrado en una clarísima inferioridad numérica, o que el sultán tuviese que retirarse herido.

Por eso, la vida de Hunyadi destaca, a nivel histórico por ser un ejemplo fantástico de movilidad social dentro de la semirrígida estructura feudal, consiguiendo en solo una generación pasar de noble de bajo rango a entrar en la realeza (no sin cierta complicación, como ya veremos). Eso no quita que sus hechos sean recogidos de una manera parcial y por parte de la historiografía húngara haya una tendencia a magnificar tanto su vida, como la importancia de la batalla por Belgrado.

¿Una batalla decisiva?
Al respecto de este último punto, en relación al sitio de Belgrado, la historiografía tradicional húngara incide en la idea de que la liberación del sitio no solo significaba también la salvación de Hungría, sino de toda Europa, puesto que el avance otomano no tenía visos de pararse en la capital serbia. Para ello, se incide en la importancia que el Papa dio al evento y que hemos comentado en las anteriores entradas.

Resulta imposible hacer un ejercicio de historia-ficción acerca de que hubiera pasado si el resultado de la batalla hubiera sido otro, pero si bien la desaparición de Hungría como reino parece casi segura, ya que es cierto que Belgrado era la “puerta” de entrada y su mejor fortaleza defensiva, no se pueden realizar afirmaciones tan claras al respecto de una posible invasión otomana de Europa ya que una incursión de estas características no resultaría tan sencilla.

En el camino había reinos tan o más poderosos de Hungría que, si bien, no habían sido capaces de organizar una defensa organizada por el momento, si podrían plantar batalla en caso de emergencia. Y, además, por más que la fuerza otomana era muy considerable (probablemente mucho mayor que la de cualquier otro ejército europeo de la época), la destrucción y pillaje de un territorio no implica necesariamente una ocupación efectiva, tal y como había demostrado la invasión mongola hacía dos siglos.

Ello no quita heroísmo y una excelente capacidad de respuesta por parte de Hunyadi, pero la idea que planea hoy en día entre una mayoría de historiadores es que la intención real turca era posiblemente avanzar hasta la altura de lo que hoy es Budapest, estableciendo una frontera sobre el Danubio para así, poder dedicar tiempo en consolidar un nada despreciable territorio en Europa que incluyese no solo los Balcanes, sino también la gran llanura húngara y lo que hoy es Rumania, poniendo como límite de este enorme territorio (la mayor unidad territorial dentro de Europa), los reinos de Polonia y el Sacro Imperio.

Mapa "simplificado" de Europa a finales del siglo XV

¿Mero anticipo de Mohacs?
Y aunque, repito, no se pueda hacer un ejercicio de historia-ficción, si es cierto que no se va a tener que esperar mucho para ver la derrota húngara en el campo de batalla frente a los turcos, ya que solo setenta años más tarde, los magiares sucumbirán en Mohacs ante los otomanos, inaugurando una nueva etapa en su historia.

Aquí es posible ver como la derrota húngara no tiene efectos secundarios mucho más allá de lo que pasa en sus fronteras, ya que los turcos ni siquiera son capaces de controlar efectivamente todo el territorio, quedando las “zonas libres” de Transilvania y la marca dependiente de Austria.  

No obstante, si es necesario señalar que no es posible hacer un paralelismo tan simplista entre Mohacs y lo ocurrido en Belgrado. En ese momento (mediados del siglo XV) la capacidad militar y también política de los estados europeos está muy lejos de la que poseerán un siglo más tarde y es que, no solo se da un crecimiento económico espectacular en Europa (impulsado, en parte, por la apertura de nuevos mercados e innovación), sino que los mecanismos de cooperación entre los países europeos vivirán un nuevo periodo de revitalización con la elección de Carlos I como emperador, empañada, eso sí, por la Reforma Protestante. 

En el siglo XVI podemos empezar a hablar de ejércitos nacionales y no de huestes feudales dependientes del capricho de los nobles y eso se ve en expediciones como la de Lepanto, donde una fuerza combinada europea (bajo el mando de España) “destruye” a los turcos en el Mediterráneo. Y también se puede ver en que el avance turco por tierra es, de hecho, repelido en Austria con un ejército multinacional donde habrá soldados de lugares tan lejanos como España o Polonia.

Por lo tanto, hay que destacar que los setenta años que van desde Belgrado a Mohacs son verdaderamente una oportunidad de oro para Europa, a la hora de poder no solo crecer económicamente, sino también equiparse militar y diplomáticamente ante posibles amenazas. A eso hay que añadir también, la coyuntura internacional, mucho más turbulenta para los turcos en el XVI que justo después de la caída de Constantinopla.

A partir de ahí, los ejercicios de historia ficción quedan abiertos, pero no se puede negar, ni mucho menos, la importancia “global” de la victoria húngara. De hecho, el triunfo de Hunyadi en el momento fue no solo celebrada por el Papa de una manera efusiva, con el repicar de campanas como hemos visto, sino que llegaría incluso hasta nuestras fronteras donde es posible trazar una interesante huella literaria en dos obras clave de nuestra literatura, incluyendo nuestra obra más universal.

Un personaje quijotesco.
Y es que hay una escena del Quijote, probablemente conocida por la mayoría, en el que el cura y el barbero, preocupados por las locuras del hidalgo deciden hacer “limpieza” de sus libros de caballerías tirándolos a la hoguera. Aquí, hay un libro, que lejos de la reprobación, recibe más elogios que cualquier otro ya que Cervantes, por boca del cura dice que es “por estilo, el mejor libro del mundo”. Ese libro es Tirante el Blanco.   

Esta obra, escrita originalmente en valenciano a finales del siglo XV está considerada como una de las mejores (sino la mejor) novelas tardomedievales de la península, e incluso de las letras europeas. Aunque es una novela de caballerías, la obra escrita por Martorell destaca por un cierto realismo, y hasta sarcasmo, poco habitual en este tipo de novelas que, lógicamente, como mandan los cánones del género, se mezcla con sucesos extraordinarios de la vida del caballero.

Portada de Tirante el Blanco.


Sorprendentemente, aunque la traducción castellana (de 1510) será un fracaso editorial, entendemos que Cervantes no solo la conoce, sino que además la tiene en gran estima puesto que hace poner en boca del cura los siguientes elogios: 

—¡Válame Dios! —dijo el cura, dando una gran voz—. ¡Que aquí esté Tirante el Blanco! Dádmele acá, compadre; que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos. (…) Dígoos verdad, señor compadre, que, por su estilo, es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros, y duermen, y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros de este género carecen (…). Llevadle a casa y leedle, y veréis que es verdad cuanto dél os he dicho.”

El barbero y el cura revolviendo los libros del Quijote.



Pues bien, hoy en día se piensa que esta obra (Tirante) tiene conexiones más que obvias con la vida de Hunyadi y es que, según apunta el profesor e hispanista de la universidad de Széged, Adam Anderle, las conexiones entre estos dos personajes son más que obvias, siendo posiblemente la vida del caballero húngaro la mayor fuente de inspiración real de la novela, junto con la de otro caballero catalán (Roger de Flor).

La primera conexión que se establece es en el nombre, ya que el nombre que recibirá Hunyadi en España será la forma latina Ballachus (de Valaquia), que en catalán se transformará en Blanch por similitud fonética (y, de hecho, en toda Europa será conocido finalmente como “el caballero blanco de Valaquia”). De la misma forma, el símbolo de Tirante es el cuervo que, recordemos, también lo es de la familia de Hunyadi, y para aumentar el paralelismo, ambos mueren por una enfermedad y auxiliados por monjes franciscanos (Giovanni era de esa orden monástica) después de combatir con los turcos.

Y lo cierto es que no resulta tan extraño que el escritor valenciano conociese la historia de Hunyadi, ya que curiosamente las relaciones de la corona de Aragón con Hungría serán relativamente intensas entre los siglos XIII y XV, con hasta cuatro princesas aragonesas que acabarán en la corte húngara como consortes reales, incluyendo Beatriz de Aragón que, como veremos, será dada en matrimonio al hijo de Hunyadi y futuro rey de Hungría, Matías, el Justo.

Así pues, podemos ver como las conexiones entre lugares tan distantes como España y Hungría son mucho más intensas y curiosas de lo que se podría pensar en un principio, conectadas no solo por lazos de sangre real, sino también por lazos más imperceptibles, pero no por ello menos intensos, pertenecientes al “mundo imaginario” de las artes y las letras.

Y es que, para cerrar el capítulo se puede decir, en resumidas cuentas, que la vida de Hunyadi, tal y como dijimos al principio de la serie, fue verdaderamente de cuento, no desmereciendo en absoluto el ideal de caballero andante que tanto persiguió nuestro otro caballero y personaje más universal: el ingenioso hidalgo, don Quijote de la Mancha.

Os dejo con una canción para recordar al Quijote, que nunca está de más. Hasta la próxima.




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